En el Atrio Municipal

Obras de Nerses Ounanian (1920-57)

La escultura en Uruguay quedó relegada a los monumentos urbanos. Los nombres de los autores no son, empero, conocidos (a excepción de los más evidentes) porque pocos se acercan a leer la placa que los identifica. Sin embargo deberían ser nombres familiares: Juan Manuel Ferrari (Prometeo, de la Plaza España, monumento a Lavalleja en la ciudad de Minas), José Belloni, (La Carreta, La diligencia, El entrevero), José Luis Zorrilla de San Martín, (El Obelisco, El Gaucho, La fuente de los atletas en el Parque Rodó, El Viejo Vizcacha), Antonio Pena (Hernandarias, en la rambla portuaria), Bernabé Michelena, (Al maestro,en el Parque Batlle, El obrero urbano en la Avenida Garibaldi), Pablo Mañé (Barón de Río Branco, en Soca y Avenida Brasil), Edmundo Prati (San Martín, en Agraciada y Asencio, El labrador en el Parque Rodó, Herrera en General Flores), Federico Moller de Berg (General Oribe), Severino Pose (Lavalleja de la Plaza de los Treinta y Tres, Larrañaga en 8 de Octubre), Eduardo Yepes (Caídos de la armada, Plaza Virgilio). Son algunos de los numerosos monumentos repartidos, para bien y para mal, por las calles montevideanas y que, de alguna manera, conforman el imaginario colectivo.

En su mayoría corresponden a una estética académica y cada escultor revela un oficio laboriosamente conquistado. Más difícil (además de réplicas de obras famosas, algunas horrosamente adulteradas como El David de Miguel Angel) es encontrar trabajos comprometidos con los lenguajes estéticos contemporáneos.

La comunidad armenia tiene el privilegio de haber instalado dos monumentos en la ciudad. Uno, en la Plaza Armenia, de autoría de Hugo Nantes, y otro de Nerses Ounanian, en el cruce de las avenidas Agraciada y Joaquín Suárez. Ahora, en ocasión de un nuevo recordatorio del genocidio de 1915, la Organización Multiinstitucional Armenia en Uruguay inauguró una exposición de Nerses Ounanian en el Atrio del Palacio Municipal.

Son escasas las muestras individuales y colectivas de escultura uruguaya. Hay razones económicas que implican gastos de traslado y de montaje mucho mayores que la pintura o el grabado. También porque el lenguaje escultórico tiene menos atractivo para el gran público, por las dificultades de aprehensión en su compleja lectura.

Las 30 obras de Nerses Ounanian, (provienen de un centenar perteneciente al acervo del Museo Nacional de Artes Visuales) que se exhiben en el Atrio del Palacio Municipal, es una pequeña y ajustada síntesis de un escultor muerto a los 37 años. Había nacido en la isla de Samos en 1920 y ocho años después llegó con su familia a Montevideo. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes con Antonio Pena y hace su primera exposición individual en Amigos del Arte durante el año 1950, integrada por dibujos y esculturas. Un año más tarde hace una segunda unipersonal en Galería Windsor y entre 1954 y 1955 viaja por Europa recorriendo España, Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Alemania, Grecia y Turquía. Un viaje decisivo que modificará su visión del arte en contacto con los maestros de la actualidad. A partir de ese momento abandona la influencia del cubismo y del inglés Henry Moore en su tratamiento de planos o curvas entrantes y salientes pero al servicio de una cierta representacion, en general maternidades. Paralelamente, en sus dibujos , acuarelas y óleos se produce una similar metamorfosis. Desde su Autorretrato, fechado en París en 1955, de sólida impostación realista en grandes síntesis de planos y sobrio en color, Nerses Ounanian se va alejando de la representación para utilizar nuevos materiales (hierro, varillas, chapas, el collage).

Hasta ese momento sólo María Freire y Rodolfo Uricchio, integrantes del grupo MADÍ, habían incursionado en materiales no tradicionales.

En la exposición del Palacio Municipal, con montaje e iluminación (cuando funciona) a cargo de Daniel Erganian, esas treinta obras de dibujo, grabado, pintura y escultura son reveladoras de los cambios producidos en Ounanian. De un estatismo y figuración iniciales, pasa a una dinámica constructiva, primero, apoyado en la multiplicación de planos del cubismo y luego haciendo de esos planos una continuidad de carácter cinético propia de la Escuela de París (Bissière, Bazaine, Le Moal) y luego de Vasarely, en este útimo caso muy visible en los dibujos, en franco contraste de blancos y negros multiplicados en el vértigo de la superficie o en los óleos que llevan el título Vista aérea relacionado con Jean-Paul Riopelle, un canadiense radicado en la capital francesa.

Pero son sus esculturas las más significativas. De una Maternidad (terracota con esmalte), una figura recostada ligada al arte etrusco y mesopotámico sin duda a través de Henry Moore, Nerses Ounanian investiga las posibilidades del movimiento en Equilibrista y Futbolista pero empleando el hierro y las chapas cortadas, aunque todavía adherido al gesto de la representación.

Casi de inmediato, en el mismo año, se interna por la abstracción siguiendo los lineamientos del italiano Berto Lardera, pero alcanzando una composición personal en Forma poética, un encuentro feliz entre chapas cortadas y recortadas enlazadas por varillas que junto con otra del mismo material constituyen los puntos más logrados de la (buena) muestra.

NERSES OUNANIAN, 30 esculturas, pinturas, dibujos y grabados. Atrio del Palacio Municipal, Avenida 18 de Julio y Ejido, domingo de 14.00 a 20.00. Hasta el martes.

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